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La ansiedad puede provocar que una persona aplace constantemente las tareas y obligaciones para evitar la preocupación y el miedo que nos provoca abordarlas, cambiando estas actividades por otras placenteras que permitan esconder estas emociones, fenómeno conocido como procrastinación.
Sin duda, todos hemos dejado para mañana lo que podemos hacer hoy.
Esto no reviste mayor problema si contamos con tiempo y, principalmente, con ganas de abordar la tarea, solo que podemos hacerla en otro momento.
Pero procrastinar es algo muy distinto.
Si bien existen distintos tipos de procrastinación, hay uno que puede afectar la salud emocional por estar relacionado con la ansiedad.
En resumen, procrastinar significa aplazar una tarea o una obligación y reemplazarla por una actividad que causa placer.
¿Por qué buscamos el placer en vez de abordar lo importante?
No tiene nada de malo buscar el placer y pasarlo bien. Pero la vida no es solo placer, también hay actividades que pueden ser menos placenteras, pero que gratifican de otras maneras.
Sin embargo, muchas veces se busca el placer para evitar situaciones que alteran negativamente las emociones.
Ahí es donde cabe preguntarse: ¿por qué una actividad me provoca malas emociones?
Procrastinación por ansiedad.
La procrastinación sostenida puede esconder algo más profundo que simplemente aplazar una tarea.
Cuando es por ansiedad, la procrastinación hace que escondamos bajo la alfombra las emociones que nos genera enfrentar una tarea.
En otras palabras, cuando una tarea nos produce ansiedad, la procrastinación esconde la preocupación y el miedo que nos genera abordarla.
Puede ser de manera consciente o inconsciente, pero ambas pueden conducir a lo mismo: evitar la tarea y actuar como si nada pasara.
Pero es una ruleta rusa: la ansiedad siempre puede volver después de procrastinar.
La procrastinación no alivia la ansiedad, solo la puede esconder y evitar por un rato. Pero siempre surge y, peor aún, más intensa que antes.
Procrastinar puede provocar malestar incluso mientras hacemoss esa actividad placentera; podemos estar pensando en la obligación durante todo el tiempo.
Asimismo, procrastinar puede producir frustración y una autopercepción negativa por no sentirnos capaces de abordar nuestras obligaciones.
Además, si la procrastinación consumió todo el tiempo que teníamos para hacer una tarea, la ansiedad puede surgir con más fuerza e intensificar los síntomas.
Por ejemplo, pueden surgir dolores de estómago, tener pensamientos intrusivos recurrentes y más intensos, sentirnos muy nerviosos, temblorosos, agitados y llegar a sentir pánico frente a la situación.
¿Por qué la ansiedad puede hacernos procrastinar?
La inseguridad y la falta de autoestima puede ponernos nerviosos frente a ciertas situaciones, factor asociado a la ansiedad.
Asimismo, el perfeccionismo y la autoexigencia pueden paralizarnos frente a una tarea y sentir que nunca estaremos bien preparados para hacerla. Estos factores pueden estar asociados a cuadros de ansiedad y fomentar la procrastinación.
Por otro lado, el miedo a cometer errores puede provocar la sensación de estar frente a una situación de peligro y, para evitarlo, se puede procrastinar. Este es otro factor asociado a la ansiedad.
La procrastinación no siempre es un problema de tiempo o ganas.
Para resumir, la procrastinación puede tener su origen en un cuadro de ansiedad que requiera atención profesional.
En el mismo sentido, la psicoterapia puede brindarnos herramientas para manejar la ansiedad y, por lo tanto, reducir las emociones negativas que puede esconder la procrastinación.
Asimismo, el tratamiento puede considerar medicamentos para reducir los síntomas de ansiedad.
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